MORADAQUIMICA

Tuesday, December 26, 2006

DOCE GRADOS

Nunca me consideré una especie nueva de anti-supersticioso, la verdad es que pase por debajo de muchas escaleras solo con el temor de que un poco de pintura no se derramara sobre mi ropa, pero con el placer de retar a la mala suerte, ya hubiese sido por mi tan buen día o por el hecho de empeorarlo intentando comprobar otra especia de superstición, como bien lo puede ser nunca decir “no podría estar peor”.
Los seis grados y las reglas inquebrantables donde existen seis grados aproximadamente (o exactamente) y las personas se juntaran, se conocerá todo el mundo, todos seremos amigos (es la idea mas descabellada y la razón que se podría ocurrir para justificar que muchos crean que la ley de los seis grados puede, es y será correcta) seremos compañeros del alma pues bien todos los amigos que conocemos cuentan con su propio pedazo dentro de la ley de los seis grados. Amigos en común y al final todos nos conocemos, nos tomamos de la mano, comentamos aventuras con la razón de poner al tanto al nuevo (viejo para el otro) amigo que no pudo estar presente cuando me vomite en la mesa de Laura por placer mas que por la falta de fuerza en mis piernas y la resistencia de mi cuerpo para haber corrido rápidamente al baño (también pude haber hecho eso)

Pero ayer no fue así.
La verdad es que todo comenzó por un segundo grado, el primer grado si consideramos la vista y la cara de pendejo que pongo cuando veo una mujer de tus tallas. Pudo haber sido el grado cero, incluso.
Y pasaron los años, y pasaron las mujeres, pasaron los grados, desde el quinto al primero, y nunca conté que fueran más de doce.
No conocía la ley de los pinches seis grados hasta hace unos meses, cuando encontré a un vagabundo que relataba historias fantásticas de ti, decía que caminabas entre nubes, que no tocabas el piso al correr, y que tus ojos miel estilo “jalisco” era exactamente lo que te hacía ser tan observadora (como para descubrir mi tic del labio, y asegurar “lo haces siempre”, mientras yo mismo conocía bien que me gustaba hacerlo no tantas veces).

Salí con un ángel, pude haber dicho algún otro día, uno donde disfrazar de “metáforas” el estilo de sentir como es que me hacían estar las personas fue tan aburrido.
Salí contigo y al final, los grados sobraron, nunca nadie pregunto, yo no hice por hacerte preguntar. Recordaste el grado uno, si bien quiero aceptar que exactamente lo de la vista no es totalmente valido. Y bien, entonces es mas que una patraña, pues, entonces todos los años donde los grados se congelaron no cuentan por que no es así de valido creer que existen cuando se ausentan, por “janelos” por “inspiros” (nadie lo sabe decir ni un poco como tu)

El grado doce, donde ya nadie nos vió, ni afuera, ni en la banca.
En cama. Soñando.
Y la cama vino y me contó hoy de mañana todas esas mañas que tengo por hacer cuando estoy feliz, cuando me acompaño por alguien y no solo la sombra triste de las mujeres que comparten soledad por miedo a quedarse solas, por unas horas, por una noche, por meses, por semanas.
La cama me dijo que lo de ayer fue un Ángel. Suena a desacuerdo.
La cama me enseño a decir las metáforas.

Con tu vestido de bolitas, con tu cabello mal cortado (“me lo corte yo”, dijiste) con el pop en la lengua pero el rock para tu espalda, con mi atención desde tu cabello pop hasta tu brazo, pasando por el escote que intente no mirar de mas (al menos no que me vieras) y viendo como tus palabras se llenaban de madurez y me invitaban a la infancia de tomar las mismas modas y desecharlas para aprender de ti.
Todo se volvió en grados, nucas llenas de frío por el juego de las manos.
Grados a desnivel pues aquí no se miden los grados.
El núcleo es el rodar, donde los grados desaparecieron.
Y los minerales no se cuentan, por sueño de reposar cansado.
Con las plumas entre los labios.

Friday, December 01, 2006

CUERPO...

Despacio recorriendo tu cuerpo, sin detalles de frenar, lo escribo en tu piel con mi saliva envuelta en mi dedo suave, te escribo poemas de amor, llenos de rencor por no poseerte, que no seas toda mэa, que no conozcas el amor...

Despues es mas difícil, recorrer el mismo cuarto, con la memoría de tus actos en un olvido frenetico que no se consolará con un par de cerveza y unos chocolates.
Azúcar para escribir, que nada tiene de complicado amarte una vez mas.

Estabas en un monitor (que sorpresa), estabas en mi cama (que sorpresa) y nunca decid´´i salirme de un momento, deje de respirar, al sostener tu cuerpo delgado, tu cabello rubio con la boca...

despues me quede dormido... y deje de escribir...